El increíble pato autómata de Jacques de Vaucanson.

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7 Mar 2024
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¿Alguna vez has oído la frase "si parece un pato, camina como un pato y grazna como un pato, entonces es un pato"? Seguramente la has usado para referirte a algo que es evidente por su apariencia y comportamiento. Pero lo que quizás no sepas es que esta expresión se originó en un pato mecánico fabricado en el siglo XVIII que parecía comer, digerir y expulsar alimentos. Sí, has leído bien: un pato de metal que hacía caca.


Jacques de Vaucanson (1709-1782) fue un erudito e inventor francés que se dedicó a construir autómatas, es decir, máquinas que imitaban la vida y el movimiento de los seres vivos. Nacido en una familia pobre, Vaucanson mostró desde niño una gran habilidad para la mecánica. Según se cuenta, cuando fue por primera vez a la iglesia con su madre, quedó fascinado con un reloj de la capilla y lo reconstruyó de memoria una semana más tarde.


Vaucanson estudió en un colegio de jesuitas, donde aprendió matemáticas, física y filosofía. También se interesó por la anatomía humana y animal, y llegó a diseccionar cadáveres para comprender mejor el funcionamiento de los órganos. Su sueño era crear un camarero robótico funcional, pero abandonó esta idea y se dedicó a construir otros autómatas más sencillos, como un baterista y un flautista mecánicos, que exhibió en Versalles y en los salones de París.


Pero el invento más famoso de Vaucanson fue el canard digérateur o pato digestivo, terminado en 1738. Se trataba de un pato de tamaño natural, hecho de cobre dorado, que contenía más de 400 piezas móviles y un sistema digestivo artificial que le permitía ingerir granos, digerirlos y excretarlos posteriormente. El pato también podía caminar, mover la cabeza, limpiarse las alas y jugar con el agua. El grado de realismo que logró Vaucanson fue impresionante, y el pato se convirtió en el autómata más exitoso y famoso de su época.


El pato digestivo era una obra maestra de la ingeniería y la programación. Vaucanson usó intestinos artificiales llenos de químicos para digerir el grano y luego evacuarlo por un sistema mecánico similar al real. El proceso de metabolismo se conseguía gracias a un complicado sistema de músculos artificiales, conductos digestivos y componentes químicos que digerían el grano. El pato estiraba el cuello para sacar el maíz de la mano del espectador, lo tragaba y lo llevaba a su estómago. Allí, el grano se mezclaba con una solución de agua y ácido nítrico, que lo descomponía en una pasta verde. Esta pasta se conducía por unos tubos hasta el ano, donde había un esfínter que la dejaba salir.


Por otro lado, el pato también podía realizar otros movimientos y sonidos gracias a un sistema de piñones colocados sobre un cilindro grabado que controlaba los palillos que atravesaban las patas del pato. Este mecanismo estaba situado encima del pedestal sobre el que se apoyaba el pato, para que todo el mundo pudiera admirar la complejidad del trabajo. El pato podía mover las alas, la cola, el pico y los ojos, y emitir graznidos que imitaban a los de un pato real.


El pato digestivo fue un fenómeno de masas que atrajo la atención y la admiración de miles de personas. Se exhibió por primera vez en 1744 en el Palais-Royal de París, y tuvo un éxito inmediato. El público quedaba maravillado y divertido al ver al pato comer y defecar, y muchos querían comprobar si el excremento era realmente el resultado de la digestión. Algunos críticos dudaron de la veracidad del proceso, y creyeron que el pato solo expulsaba un producto preparado con antelación. Sin embargo, el laborioso trabajo que se escondía tras el autómata era indudable, e incluso los escépticos reconocieron un "realismo casi naturalista".


El pato también despertó el interés de la comunidad científica y artística, que vio en él una muestra de la capacidad humana para imitar y recrear la vida. El pato fue considerado como la primera mascota robótica de la historia, y como un precursor de la robótica moderna. Vaucanson fue elogiado por su genio y su talento, y recibió el apoyo del rey Luis XV, que le nombró inspector de las manufacturas de seda de Francia. Vaucanson aplicó sus conocimientos de mecánica a la industria textil, e inventó la primera máquina de tejer programable.


Vaucanson vendió el pato a empresarios que lo llevaron por toda Europa, donde causó sensación en Inglaterra, Alemania y Rusia. El pato viajó durante décadas, pero se fue deteriorando poco a poco debido a las malas reparaciones. En 1840 fue comprado por el mecánico George Tiets, pero se quemó en 1879 durante un incendio en el museo de Nizhni Nóvgorod. Desde entonces, solo se conservan algunas fotografías del siglo XIX y una reconstrucción en el museo de autómatas de Grenoble.


El pato digestivo de Vaucanson es una obra única que nos muestra el ingenio y la creatividad de su autor, y de la época en la que vivió. El pato es un ejemplo de cómo el ser humano ha buscado siempre comprender y reproducir los misterios de la naturaleza, y de cómo la tecnología puede servir para el entretenimiento y el progreso. El pato también nos plantea cuestiones filosóficas sobre los límites entre lo vivo y lo artificial, y sobre el significado de la vida y la identidad. ¿Qué hace que algo sea un pato? ¿Qué diferencia hay entre un pato real y uno mecánico? ¿Qué nos hace humanos?


El pato digestivo es, en definitiva, un patrimonio cultural que merece ser recordado y valorado. Su historia nos inspira a seguir explorando y creando, y a admirar las maravillas de la ciencia y el arte. El pato nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo, y sobre las posibilidades y los desafíos que nos ofrece la tecnología. El pato nos enseña que, a veces, las cosas más simples son las más sorprendentes. Y que, como dice el refrán, si parece un pato, camina como un pato y grazna como un pato, entonces es un pato. O quizás no.


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